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Yo sirvo al señor Enialio,
y conozco también el hermoso regalo de las Musas.
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En mi lanza el pan
amasado,
en mi lanza el vino de Ismaro,
en mi lanza bebo apoyado.
en mi lanza el vino de Ismaro,
en mi lanza bebo apoyado.
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Algún tracio se glorifica con mi escudo, arma irreprochable,
que abandoné sin querer junto a un arbusto.
que abandoné sin querer junto a un arbusto.
Pero yo me salvé.
¿Qué me importa ese escudo?
¡Que se vaya a la mierda! Me voy a comprar uno mejor.
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No quiero un general
alto ni largo de piernas,
ni orgulloso de sus
rulos ni afeitado,
sino una chiquito y chueco,
firmemente parado
sobre sus pies, lleno de pasión.
Fantástico tu trabajo. Muchas gracias a tí y al Espejo Gótigo por dirigirme a tí.
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