miércoles, 18 de octubre de 2023

El tópico de la muerte en "Fight Club"

Quienes han visto Fight Club coinciden en que esta película se aprecia verdaderamente cuando se la vuelve a mirar, porque recién entonces se logran apreciar los detalles que se pasaron por alto. Aún así, la riqueza de esta película no se agota en una segunda visualización —de otra manera, no sería continuamente revisitada por sus fanáticos. Su popularidad no ha mermado y, cada vez que se la vuelve a ver, se descubren nuevos detalles significativos que antes habían pasado desapercibidos. Entonces, tomando la definición del escritor Ítalo Calvino, podríamos decir que Fight Club es un clásico, ya que nunca termina de decir lo que tiene para decir. 

Por lo general, se sostiene que el tema principal de esta obra es la sociedad de consumo, que hemos abordado en Tyler Durden: ¿vándalo o algo más?. Sin embargo, la muerte es un tópico todavía más recurrente y, a lo largo de toda la película, nos encontramos con muchas referencias a ella. Si los creadores insistieron en este tema, es porque lo consideraban significativo para la trama de la película, por lo cual no estaría de más analizarlo para descubrir una capa de significados ignorada hasta ahora. 

La historia de la película comienza con el insomnio del protagonista, quien nos dice que no ha podido conciliar el sueño por seis meses. En ningún momento se explica la causa de su padecimiento ni cuándo apareció, pero sí resulta claro que su malestar es psicológico, no somático. Evidentemente, hay un asunto irresuelto al que le da vueltas en su cabeza por las noches. Sin embargo, no parece dispuesto a reconocer la verdadera naturaleza de su afección, pues en lugar de acudir a un psicólogo para enfrentarlo, busca a un médico clínico para que le recete ansiolíticos.

Este, sin embargo, se niega a medicarlo y minimiza su sufrimiento, sugiriéndole medio en broma que visite un grupo de enfermos de cáncer testicular para que conozca lo que es el verdadero dolor. Por algún motivo, el protagonista acepta la sugerencia y descubre con sorpresa que la terapia grupal alivia su dolor psicológico y que puede volver a dormir. Por ello, se vuelva adicto a los grupos de ayuda y comienza a visitarlos todas las noches con identidades falsas, ya que en esas reuniones puede llorar y liberarse de su desconocido agobio psicológico. 


Durante esas reuniones, se despoja de su identidad, finge estar enfermo y sufre con los demás. Este nuevo hábito despierta algunos interrogantes: ¿Por qué necesita fingir de esa manera? ¿Qué encuentra en esos grupos? ¿Por qué llora? Ninguna de estas preguntas recibe una respuesta en la película, de modo que deberemos aventurar algunas hipótesis.

Por un lado, podríamos pensar que el protagonista necesita compañía, dado que es un hombre solitario, al que no se le conocen ni parejas ni amistades. Sin embargo, esto no explica por qué elije grupos de ayuda para enfermos en lugar de otras opciones sociales más alegres. En lugar de anotarse en un gimnasio, por ejemplo, él toma la decisión de concurrir a estas reuniones. ¿Por qué? Posiblemente la respuesta nos la haya dado el propio médico: conocer el verdadero dolor. La función de estos grupos consiste en dar apoyo emocional a los convalecientes y ayudar a los enfermos terminales a prepararse para la muerte. En otras palabras, crean espacios de luto, pues se concurre para llorar y despedirse de la vida pasada que terminó con la enfermedad o de la vida que se está terminando por la enfermedad. 

El protagonista, entonces, busca el contacto con la muerte y, al fingirse enfermo, hace duelo por su muerte futura. Cada noche sale de los grupos tranquilo y preparado para morir, pues habiendo llorado su muerte de antemano, ya no hay ningún futuro por delante del que preocuparse. Desde un punto de vista aristotélico, se diría que ha purgado sus pasiones por medio de la mímesis


Pero el protagonista no ignora la muerte ni necesita visitar tales grupos para estar en contacto con ella. Su trabajo como coordinador de retiros consiste en inspeccionar accidentes automovilísticos fatales para la empresa que los fabrica, y bien sabe que estos acontecimientos son muchísimo más comunes y numerosos de lo que las personas imaginan. En consecuencia, él vive en contacto permanente con la muerte y sabe que ronda a la vuelta de cualquier esquina. 

Por su trabajo, además, es esclavo del tiempo. Cuando se produce un accidente, debe volar al lugar del siniestro en cualquier punto del país. Cada minuto cuenta en su trabajo y es la diferencia entre tomar un vuelo o quedarse varado por horas. El tiempo y la muerte son dos constantes en su oficio. 


Vamos descubriendo, entonces, la angustia que lo atormenta por las noches: sabe que puede morir en cualquier momento y sabe que está desaprovechando su vida. Porque aquí hay que aclarar que no es feliz con lo que hace. Para él, su trabajo es un medio para ganar dinero con el cual comprar cosas compulsivamente y darle un sentido a su vida. Pero sabe que nada de esto lo satisface y tampoco le ofrece una respuesta a su angustia existencial.

El protagonista se siente atascado en este dilema, y podríamos preguntarnos aquí cómo llegó a encontrarse en este estado. La respuesta la ofrece una conversación casual en el baño con Tyler Durden, gracias a quien aprendemos que nuestro protagonista siempre se ha orientado en la vida de acuerdo con los mandatos sociales, los cuales le eran transmitidos por su padre: ir a la universidad, conseguir un trabajo y casarse —aunque esto último lo descarta porque se considera inmaduro. Pero como no cumplió con la secuencia paterna, no volvió a llamarlo para preguntarle cómo seguir en la vida —intuimos que le diría que tenga hijos— y buscó orientación en otras autoridades, a saber, la televisión y las revistas. 


En esa misma escena, Tyler Durden desliza al pasar una observación que considero fundamental para el tópico que examinamos: "Somos una generación de hombres criados por mujeres. Me pregunto si una mujer es realmente la respuesta que necesitamos". Esta mención al género femenino llama la atención sobre un hecho bastante evidente, a saber que el protagonista no tiene mujeres en su vida. Más aún, la aparición de Marla Singer socava el precario equilibrio emocional que logra con la terapia grupal. Desde su llegada a los grupos de ayuda, él ya no puede llorar ni dormir. 

Está claro para todos que ella no tiene ninguna enfermedad terminal, y de todos modos le permiten participar en las sesiones. Sin embargo, el protagonista es el único al que verdaderamente le molesta su presencia. Durante las terapias grupales, toda su atención recae sobre ella y la mira sin parar, al punto de que reemplaza al pingüino como su animal de poder. Él dice que la impostura de Marla refleja su propia impostura, pero esto no es del todo cierto. Como sabremos más adelante, esto es un indicio de que empieza a sentirse atraído por Marla. El deseo sexual vuelve a colocar expectativas en su vida, y con ellas regresa la angustia por el futuro. Entonces, como la terapia de grupo ya no es efectiva para combatir la angustia, se hará necesario un método terapéutico más agresivo: la pelea. Y en este nuevo grupo, casualmente, solo se aceptan hombres. 

Durante bastante tiempo en la película, no se volverá a abordar el tópico del memento mori, que quedará relegado a un segundo plano por la crítica a la sociedad de consumo. Gracias a las peleas y al vandalismo, el protagonista se olvida de la muerte, pues termina tan agotado que no tiene fuerzas para pensar en nada.


Los problemas reaparecen precisamente cuando Marla Singer vuelve a aparecer en su vida. En esta ocasión, se vinculan sexualmente —aunque por intermedio de Tyler Durden. La angustia existencial aflora nuevamente y, con ella, reaparece la preocupación por la muerte. Una noche, mientras fabrican jabón, Tyler le arroja lejía en la mano a su amigo y lo hace experimentar un dolor extremo. El protagonista intenta anestesiarse con meditación guiada, pero Tyler lo fuerza a concentrarse en la quemadura. En primer lugar, le explica que el dolor es una parte esencial en la vida sin la que sería imposible lograr nada. Luego, le pide que se olvide de la creencia en Dios y la salvación ultraterrena. Finaliza su lección diciéndole que no debe anestesiarse ante el dolor y la muerte, sino entenderlos y abrazarlos para quitarse de encima ese miedo que lo angustia y lo refrena.


Naturalmente, el protagonista no es al único que está paralizado por el temor al dolor. Casi todos los hombres prefieren vivir anestesiada a tener que enfrentarse a la posibilidad del fracaso y el dolor. Tyler, entonces, intentará despertarlos mediante una tratamiento al que bautiza como "sacrificios humanos". Él selecciona personas que tienen trabajos "de mierda", los coloca en una situaciones de vida o muerte y exige saber qué quieren ser o hacer realmente en sus vidas. Cuando la verdad finalmente aflora, les informa que los matará si no comienzan a perseguir sus sueños en las próximas semanas.


Es interesante notar que los "monos espaciales" de Tyler fueron evidentemente sometidos a un proceso de autoconocimiento semejante, pues tienen perfectamente en claro qué quieren hacer en sus vidas antes de morir. Hacia al final de la película, Tyler se enoja con su creador y le recrimina que no está aprovechando su vida ni sabe todavía qué quiere hacer con ella. Por lo tanto, lo convierte en sujeto de un "sacrificio humano" para sonsacarle una respuesta, aunque no obtiene ninguna. Los "monos espaciales", en cambio, enfrentan con seguridad y sin temor la posibilidad de la muerte.


Como el protagonista no tiene ningún propósito en la vida, Tyler impone el suyo: el anarcoprimitivismo, que se lo explica mientras convalece en la cama luego del choque automovilístico. Pero al protagonista le parece excesivo e intentará detenerlo y explicarle que no quiere destruir el mundo moderno. Tyler se niega a detener el plan y el protagonista toma la decisión de eliminarlo. Justo antes de eliminarlo, Tyler vuelve a preguntarle qué quiere, y nuevamente el protagonista no sabe qué responder. 

A modo de cierre, podríamos ver en los "monos espaciales" y en los "sacrificios humanos" a los verdaderos bienaventurados de la película, pues son los que han oído la buena nueva de Tyler Durden. Ellos viven ahora de acuerdo a sus propias voluntades y ya no están sujetos a mandatos sociales genéricos y prefabricados. Este pareciera ser el antídoto que se propone contra la angustia existencial: abocarse de lleno a un propósito personal sin miedo y sin distracciones, dejando resbalar todo aquello que no tiene importancia para la realización de ese objetivo. Todo lo demás —el trabajo, el automóvil, la casa o el dinero— son distracciones. Cuando se tiene en claro lo que se quiere en la vida, el temor a la muerte y al paso del tiempo desaparecen.

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