sábado, 9 de marzo de 2024

La economía nunca es libre

El capitalismo es un sistema de producción de bienes y servicios que basa su funcionamiento en la división del trabajo. Los creadores de este sistema descubrieron que podía aumentarse la productividad de una economía si sus individuos se especializaban en la realización de una única tarea en lugar de varias a la vez. En los siglos anteriores a la Revolución Industrial, las economías nacionales estaban motorizadas por pequeñas unidades autosuficientes dirigidas por pequeñas agrupaciones humanas, las cuales realizaban múltiples tareas a lo largo de la jornada: producción de comida, confección de vestimenta, reparación de vehículos, elaboración de herramientas, etc. Esta forma de producción es lo que ha dado en llamarse como economía de subsistencia, caracterizada por la baja eficiencia y la escasez en la producción de excedentes comercializables.

La especialización que impuso el nuevo sistema capitalista multiplicó exponencialmente la riqueza de las naciones, porque multiplicó la disponibilidad y la calidad de los productos en el mercado. También trajo aparejada una exponencial multiplicación de la población, porque la especialización requirió necesariamente de una mayor cantidad de mano de obra. De esta manera, los individuos se volcaron a la realización de una única tarea y se vieron en la necesidad de delegar en los demás la realización de aquellas otras que necesitaban para vivir. Esto significa que si un fabricante de calzados quiere ser eficiente, ya no puede disponer de su tiempo para sembrar granos o reparar una herramienta, y deberá delegar esa función a otra persona que se dedique exclusivamente a ella. 

Sin embargo, la eficacia del capitalismo es solo comparable con su delicadeza, porque cuanto más preciso es un sistema tanto más vulnerable se vuelve a los desperfectos. Una falla en una de sus partes puede amenazar la integridad de todo el sistema. A mediados del 2022, la Argentina estuvo al borde de la parálisis y del desabastecimiento a causa del paro de los trabajadores del sector de neumáticos, por la obvia razón de que no pueden circular bienes sin este insumo básico. 

El capitalismo necesita de la cooperación entre las partes para su correcto funcionamiento, pues al producirse una interferencia en la asociación de individuos se pone en riesgo la integridad del sistema. Por lo tanto, el valor más importante para el capitalismo tiene que ser necesariamente la cooperación. Sin embargo, en algún punto de la historia de este sistema, comenzó a valorarse especialmente la competencia, y aparecieron los conceptos del libre mercado, el laissez faire y la teoría subjetiva del valor, que sirvieron para justificar la arbitrariedad de los precios de los bienes y servicios producidos bajo el régimen capitalista. 

Pero si entendemos al capitalismo como un sistema de producción especializado y cooperativo, descubrimos que nada de capitalista hay en estos conceptos. Según la teoría subjetiva del valor, los precios no reflejan ninguna propiedad objetiva de los bienes o servicios (como la calidad de los materiales o las horas empleadas en su producción), sino que dependen de una valoración subjetiva del comprador. Es decir que el comprador expresaría su conformidad con un precio cada vez que adquiere ese bien o el servicio, y la culpa de los aumentos de los precios recaería exclusivamente sobre el comprador.

Lo que no terminan de comprender los profetas del libre mercado es que la arbitrariedad de la fijación de los precios está destruyendo al propio capitalismo. Esta teoría del valor provoca que todos los precios vayan al alza y que el poder adquisitivo de los consumidores sea su único límite. Sin embargo, existen productos irrenunciables como la comida y la luz, que no pueden dejar de adquirirse por obvias razones. Entonces, cuando sus precios suben buscando el máximo que puedan pagar los consumidores, terminará sucediendo que el salario se orientará exclusivamente a la adquisición de estos bienes y servicios y dejará de lado los demás productos de la economía. 

Cuando esto sucede, la especialización capitalista del trabajo ya no reporta ningún beneficio, y los individuos se ven obligados a dejar de consumir o se vuelcan a producir por su cuenta aquellos productos que les faltan. Cualquiera de estos dos escenarios significa la claudicación del modelo capitalista, puesto que la especialización del trabajo se impuso con la promesa de que los restantes productos serían accesibles gracias al trabajo especializado de los otros. Desde el momento en que los individuos se especializan en una sola tarea no solo dejan de realizar las restantes que necesitan para vivir, sino que además pierden los conocimientos necesarios para su realización. Y si estos comenzasen a producir por su cuenta lo que no pueden adquirir en el mercado, entonces se retrocedería a una economía de subsistencia precapitalista. 

Esto significa que la economía de un país nunca es libre. Como en cualquier campo humano, existen relaciones de poder, y no todos los productos que se comercializan en el mercado tienen el mismo valor: algunos son prescindibles y otros imprescindibles. Perón explicaba esto con suma claridad: "La economía nunca es libre: o la controla el Estado en beneficio del pueblo o la controlan las grandes corporaciones en perjuicio de este."

Si una huelga puede poner en crisis a toda una economía, un aumento injustificable y arbitrario de los precios también puede lograrlo. Por ese motivo, el sistema capitalista necesita más que nunca de una justa distribución de las mercancías en el espacio público. La administración del comercio interior que desarrolló Guillermo Moreno entre los años 2006 y 2013 no tuvo otro objetivo que el de salvaguardar la estabilidad del sistema económico amenazado por el aumento de los precios. En consecuencia, no existe otra posibilidad para el desarrollo y el florecimiento del capitalismo en la Argentina que con el peronismo en el poder. Bien lo dijo en una ocasión la expresidente Cristina Kirchner: "Con nosotros los empresarios se cansaron de ganar plata." Quizás uno de los mayores errores históricos del peronismo haya sido el no dejar en claro quiénes son los verdaderos defensores del capitalismo. 

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