jueves, 19 de octubre de 2023

Tyler Durden: ¿vándalo o algo más?

En 1999, se estrenaba Fight Club, una película que se convertiría rápidamente en un clásico de culto. No fue bien acogida por la crítica en su momento, aunque sí por el público masivo. Desde su estreno, su popularidad no han mermado en lo más mínimo, y podría decirse que hoy es más actual que hace veintitrés años.

Esta película critica ferozmente la sociedad de consumo estadounidense. En la época de su estreno, la globalización estaba en pleno apogeo tras la caída del Muro de Berlín. En esta sociedad capitalista, el único mandato reinante es el del consumo de mercancías, y sus individuos se desviven por cumplirlo. Fight Club, en ese sentido, es una respuesta a la película Network de 1976, en la que ya se vaticina el paroxismo del consumismo de las próximas décadas. En uno de los más famosos discursos de la película, Ned Beatty le explica a Howard Beal que no existen las democracias ni las naciones, sino solo empresas multinacionales. También le explica que, en un futuro cercano, las nuevas generaciones disfrutarán de las "bondades" del sistema capitalista financiero, en el que todas las necesidades estén cubiertas y todas las ansiedades, aplacadas.

El protagonista de Fight Club es uno de estos individuos del futuro que disfruta de los beneficios vaticinados en Network. Es un hombre de mediana edad, sin pareja ni amigos, que realiza un trabajo monótono y aburrido. En su tiempo libre, se entretiene mirando televisión y comprando artículos para su semipiso. Esta existencia gris y solitaria se ve súbitamente interrumpida cuando explota su vivienda y conoce a Tyler Durden. Este hombre es totalmente diferente al protagonista: uno es débil e indeciso; el otro, enérgico, fuerte y seguro de sí mismo. El gris rodea al protagonista, mientras que el rojo predomina en el otro. El contraste no podría ser mayor. En los discursos de su nuevo amigo, se introduce en la película una critica feroz a la cultura y a la sociedad que analizaremos en este breve ensayo.

Pero, cuando llegamos al final de la película, descubrimos una sorprendente verdad: Tyler Durden no es otra cosa que una fantasía de la mente del protagonista. Este amigo imaginario fue creado inconscientemente por el protagonista con la finalidad de dar un vuelco de 180 grados en su vida, y en él cifró todo lo que le gustaría ser: atractivo, bueno en la cama, seguro de sí mismo, etc. A través de Tyler, además, logra expresar su ira reprimida contra la sociedad en la que vive. 

Juntos, fundan un club de pelea callejera y descargan su ira vandalizando los símbolos de la cultura consumista occidental: antenas de televisión, automóviles de marca, tiendas de computadoras, entre otras. Tyler las llama "tareas para la casa" y se las asigna a sus seguidores todos los fines de semana.

Ahora bien, ¿es Tyler sencillamente un vándalo que está enojado con la vida? ¿O hay un razonamiento sistematizado que orienta su accionar? La primera vez que encontramos cierto desarrollo en sus ideas es en el bar donde se encuentra con el protagonista luego de la explosión del departamento. En primer lugar, le resta importancia a la pérdida de las posesiones materiales, y luego le explica que las personas son consumidores obsesionados con un estilo de vida. Finalmente, cierra su discurso preguntándole por la utilidad de las mercancías modernas para la supervivencia desde el punto de vista de la caza y la recolección:

Esta es una pregunta interesante porque aborda el problema desde una perspectiva inusual sobre la que volveremos después. A Tyler, por otro lado, no le preocupan ni el crimen ni la pobreza, sino la televisión y la moda. Esta es una postura desconcertante, pues localiza el malestar social en la cultura y no en la economía. En una sociedad de consumo, los individuos valen en función de su acceso a las mercancías, de modo que el pobre vale poco porque compra poco y el rico vale mucho porque compra mucho. Pero Tyler no piensa en esos términos. Los problemas de la distribución de la riqueza o de la propiedad de los medios de producción carecen de importancia en su pensamiento. A él no le interesa corregir las deficiencias del sistema capitalista, pues considera que está mal en sus mismísimas bases. 

Su critica al consumismo es tan radical que llega a sostener que uno se vuelve esclavo de las cosas que posee. En otras palabras, uno es más libre cuanto menos posee. Desde esa perspectiva, un pobre sería moralmente superior a un rico porque estaría atado a una menor cantidad de cosas. 

La inutilidad de las mercancías es un tópico que se repite en sus discursos a lo largo de la película. Tyler, en consecuencia con su prédica, vive en una casa abandonada y sin comodidades. Su desprecio por la moda se refleja en su vestimenta irreverente y de mal gusto. Vivir con un desapego nómada pareciera ser una virtud en la ética durdeniana.

Este tópico del vanitas vanitatum está estrechamente vinculado con otro de los temas fundamentales de la película que analicé en una entrada anterior: el tempus fugit. De manera reiterativa, se insiste en que la vida es breve y que se consume rápidamente. Sin embargo, las personas pierden el tiempo con trabajos que detestan para poder comprar cosas que no necesitan. Tyler rechaza las posesiones materiales porque son innecesarias, pero también porque son una distracción.

Pero él no solo reniega de las comodidades modernas. También ataca la subjetividad de los hombres modernos. Le dice a sus seguidores que no son especiales ni bellos ni únicos, y que sus trabajos y sus posesiones no definen quiénes son. El ser humano no tiene ningún valor desde su perspectiva, pues sencillamente es materia orgánica en descomposición. Tyler es un nihilista, dado que no cree en el sentido y trascendencia de la vida. El amor propio y la autocomplacencia son defectos a los ojos de Tyler. 

Y aquí quiero detenerme sobre el aspecto físico de Tyler Durden. Ha habido quienes lo han señalado como una paradoja, pues su apariencia recuerda a la de los hombres de las publicidades, a quienes las personas se matan por imitar en los gimnasios. Este hecho revelaría hasta qué punto está influenciado por las publicidades el protagonista que imagina a su alter ego a partir de ellas. Si bien es una hipótesis que no descartaría, me atrevo a delinear una distinta.

Por un lado, no se critica el ejercicio físico en sí mismo, sino el propósito con el que se lo realiza: cumplir con un mandato publicitario. Tyler y los miembros del club también ejercitan y cuidan sus cuerpos, pero no para satisfacer a Calvin Klein, sino para estar en condiciones óptimas para las peleas. Por otra parte, el cuerpo de Tyler no es el cuerpo voluminoso de un hombre de gimnasio. Él tiene relativamente poca masa muscular y su grasa corporal es mínima, lo cual indica es indicativo de una dieta sumamente frugal. El cuerpo de Tyler es ágil y fibroso, ¿quizás como el de un cazador primitivo?

Ahora bien, para responder la pregunta que nos desvela, ¿es Tyler Durden un vándalo nihilista enojado con el mundo? Si así fuese, sus planes no habrían trascendido del vandalismo planificado de la primera parte de la película. Con el tiempo, el club de la pelea crece en cantidad de "asociados" y se expande a otras ciudades del país, y descubrimos que hay un plan en marcha llamado "Project Mayhem". Este consiste en la destrucción sincronizada con bombas caseras de los centros financieros con el propósito de "resetear" el mundo. En una escena fundamental para el tema que estamos analizando, Tyler le cuenta a su amigo convaleciente que sueña con volver a un mundo prehistórico, en el que las personas vivan de la cacería y de la recolección y en el que no existan ni la moda ni la cultura.

De este modo, llegamos a la conclusión de que Tyler Durden es un anarcoprimitivista. Para él, la vida es supervivencia, y el único modo de vida posible es el del cazador nómada de la prehistoria. Un modo de vida que no suponga un riesgo, es una muerte en vida desde su óptica. El ser humano prospera paradójicamente en un ambiente duro y hostil, y cuanto más protegido y satisfecho esté, tanto más deficiente se vuelve. 

Para Tyler, entonces, la civilización y la cultura modernas son dispositivos que enferman al hombre al apartarlo de su verdadera naturaleza. Y es ese mundo primitivo el que precisamente busca recrear el club de la pelea, haciendo aflorar el instinto de lucha y supervivencia del cazados prehistórico.

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