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Yo mismo
vine ante la asamblea como heraldo desde Salamina
recitando
un poema en lugar de un discurso.
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¡Ojalá yo
fuese de Folégandros o de Síkinos y no de Atenas!
Porque
este rumor se correría entre los hombres:
“Este es
un ateniense que abandonó Salamina”.
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¡Vayamos
a luchar por la isla
y
librémonos de esta vergüenza!
***
Yo reuní al pueblo para muchas obras. ¿Cuál dejé sin terminar?
Podría testimoniar en el tribunal del Tiempo
la gran madre de los dioses olímpicos, la excelente Tierra,
de la que yo un día arranqué los mojones clavados en muchas partes.
Y traje de regreso a muchos trabajadores
que emigraron a causa de su pobreza,
y que ya no hablan nuestro idioma
por haber deambulado en tantos países.
Hice libres a quienes soportaban aquí la esclavitud
temblando ante los rostros de los dictadores.
Estas son mis conquistas, e hice cuanto prometí,
habiendo uniendo a la fuerza y a la justicia.
También escribí leyes justas para los ricos y los pobres.
Y si otro hubiese tomado el bastón,
algún hombre corrupto y codicioso,
algún hombre corrupto y codicioso,
no hubiera contenido al pueblo.
Y si yo hubiese deseado
lo que entonces deseaban los opositores
o lo que reclamaban los partidarios,
esta ciudad estaría vacía de hombres.
Buscando ayuda por todas partes
me revolví como un perro entre lobos.
***
Nuestro
Estado nunca será destruido por un decreto de Zeus,
ni por
voluntad de los dioses inmortales,
porque
tal es el corazón de nuestra guardiana, Palas Atenea,
que tiene
las manos sobre nosotros.
Son los
mismos ciudadanos quienes desean destruir
este gran
Estado arrastrados por las riquezas,
y también
el deseo corrupto de los líderes del pueblo,
quienes
sufrirán muchos dolores por su gran desmesura,
porque no
saben controlar su hartazgo ni ordenar
los
placeres presentes en las fiestas.
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Y se
enriquecen arrastrados por acciones ilegales
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No
perdonan las riquezas sagradas ni las públicas,
robando
cada uno a su modo,
ni se
preocupan por el cimiento de la Ley,
que
callada se entera de lo que ha sido y es,
y con el
tiempo viene como vengadora.
Entonces esta
herida alcanza a todo el Estado
y lo arroja
a la esclavitud, despierta la discordia civil y la guerra dormida.
A causa
de los enemigos el Estado
rápidamente
se consume en reuniones que aman los corruptos.
Estos males
se incuban en el pueblo. Y muchos trabajadores
emigran a
una tierra extranjera,
vendidos
y atados con cadenas.
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Esto me
ordena el corazón que enseñe a los atenienses:
cómo un
mal gobierno causa muchísimos males al Estado,
mientras
que un buen gobierno hace todo justa y ordenadamente,
coloca
grilletes a los corruptos,
alisa las
desigualdades, calma el hartazgo, debilita la desmesura
y seca
las flores nacidas de la ruina,
endereza
las leyes torcidas, apacigua las extravagancias,
calma los
enfrentamientos, calma el odio de la dolorosa pelea,
y bajo él
todo es justo y razonable entre los hombres.
***
Lo sé, y
dentro de mí yace el dolor
de ver a
la antigua tierra de Jonia
declinar.
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El amor a
la plata y la extravagancia
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Tranquilícense,
ustedes que se hartaron,
y pongan
en orden su deseo.
Porque
nosotros no seremos convencidos,
ni toda
nuestra justicia será...
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. . . . . . .
Porque
muchos pobres se enriquecen, y muchos ricos trabajan,
pero
nosotros no les cambiaremos
la
excelencia por la riqueza, porque ésta es siempre firme,
y a las
riquezas las tiene hoy uno y mañana otro.
***
Porque dí
al pueblo tantos regalos como era necesario,
ni
quitando del honor ni añadiendo,
y también
a los que tenían el poder, y eran envidiados por sus posesiones,
y consideré
que no tuviesen ninguna vergüenza.
Me paré
en ambos lados, abrazando mi escudo,
y no
permití que venciese injustamente ninguno de los dos.
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Y así
acompañaría mejor el pueblo a sus líderes:
ni demasiado
suelto ni a la fuerza;
del hartazgo
nace la desmesura, cuando mucha prosperidad
acompaña a
los hombres que no tienen una intención justa.
. . . . . . .
En
asuntos importantes es difícil agradar a todos.
***
De la
nube nace la ira de la nieve y el granizo,
del
brillante relámpago el trueno
y de los
grandes hombres la corrupción del Estado. Por ignorancia
el pueblo
cae en la esclavitud de un monarca,
y luego
no es fácil contener al que ha sido elevado demasiado.
Es
necesario que sepan esto.
***
Y si han
padecido muchas miserias, no culpen a los dioses,
porque
ustedes le han dado el poder,
y por
esto acarrean una miserable esclavitud.
Cada uno
de ustedes camina con los pasos de un zorro,
y tienen
la cabeza hueca:
escuchan
las palabras pero no contemplan los hechos sucedidos.
***
No nació Solón siendo inteligente ni decidido:
no aceptó los bienes ofrecidos por un dios,
y habiendo atrapado la presa con su red
le falló la inteligencia y la decisión.
Desearía ser desollado y mi linaje arrasado antes que
gobernar, apropiarme de las riquezas y tiranizar a los atenienses por un
día.
. . . . . . .
Y si respeté a mi tierra paterna
y no me entregué a la dictadura y a la fuerza,
manchando y deshonrando mi nombre, no me avergüenzo.
Creo que así supero a todos los hombres.
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Los que vinieron a rapiñar
tenían la esperanza de encontrar muchas riquezas,
y que yo sólo parloteaba sobre la igualdad.
¡Qué estupideces pensaron!
Y ahora me odian, y todos me miran de reojo como a un enemigo.
Pero yo cumplí todas mis promesas, con ayuda de los dioses,
ni cometí locuras, tampoco me agrada obrar por la fuerza de la dictadura,
ni que los ricos tengan la misma cantidad de tierra fértil que los
pobres.
***
Espléndidas
hijas de Zeus Olímpico y Mnemosine,
Musas de
Pieria, escuchen mi plegaria.
Dénme
prosperidad de parte de los dioses benditos,
buena
fama de parte de todos los hombres,
ser dulce
para mis amigos, amargo para mis enemigos,
para unos
respetable, para otros temible.
Yo deseo
tener posesiones, pero no injustamente adquiridas:
siempre
viene luego la justicia.
La
riqueza que dan los dioses al hombre
es firme desde
el fondo hasta la cima,
pero la
que adoran los hombres obtenida por la desmesura
no viene
siguiendo un orden, sino convencida por acciones injustas,
y en
seguida se mezcla con la ruina.
Nace de
un pequeño origen, como el fuego.
Al principio
es simple, pero se vuelve doloroso,
porque no
duran largo tiempo las obras de la desmesura:
Zeus
vigila el cumplimiento de todo, y súbitamente
como el
viento de primavera que dispersa las nubes,
el cual remueve
el fondo y llena de olas al mar estéril,
y
arrasando los campos con trigo
llega a
la alta mansión de los dioses,
y hace
visible de nuevo al éter,
y brilla
la fuerza del sol sobre los ricos cultivos de la tierra,
porque ya
no hay ninguna nube.
Así es el
castigo de Zeus, y ni con cada uno,
como los
hombres mortales que se enojan fácilmente,
y éste no
le pasa inadvertido a quien tiene un corazón transgresor:
siempre llega
el cumplimiento.
Unos
pagan al instante. Otros después. Pero
a los que
escapan del castigo de los dioses, eventualmente les llega.
Pagan los
inocentes, sus hijos, o su descendencia más lejana.
Y así
pensamos los mortales, tanto los ricos como los pobres.
Cada uno
retiene por largo tiempo una creencia vacía
hasta sufrir
algo, y luego se lamenta, y mientras tanto
nos
regocijamos boquiabiertos con esperanzas vanas.
El que es
presionado bajo dolorosas enfermedades:
“Estaré
sano”. Esto se dice a sí mismo.
Otro,
siendo miedoso, cree que es un hombre bueno
y bello,
no teniendo un semblante agraciado.
Y si
algún inútil, presionado por las obras de la pobreza,
cree que
conseguirá muchas posesiones.
Cada uno
se esfuerza a su modo:
uno
deambula a lo largo del mar repleto de peces,
necesitando
traer a casa una ganancia,
llevado
en barcos por vientos inclementes,
sin
preocuparse por su propia vida;
otro
trabaja arando la tierra arbolada por un año;
otro,
conociendo las obras de Atenea y todas las artes de Hefesto,
se gana
la vida con las manos;
otro fue
instruido con los dones de las Musas Olímpicas,
y conoce la
métrica del arte encantador;
a otro
hizo Apolo, que obra desde lejos, profeta,
y percibe
el mal que se avecina sobre el hombre;
otros
ejercen el arte de Peón, abundante en remedios, los médicos,
A veces
de una pequeña molestia nace un gran dolor,
que nadie
podría quitar dando remedios calmantes.
Y al que
se retuerce con horribles y dolorosas enfermedades
agarrándolo
con las manos en seguida lo sana.
Moira
trae a los mortales males y bienes,
y los
dones de los dioses inmortales son inevitables.
Y en
todas las acciones hay peligro,
y nadie
sabe cuál será el resultado de la empresa iniciada.
Pero uno
intenta obrar bien,
y cae desprevenido
sobre una enorme y difícil ruina,
y al que
obra mal,
un dios
le da en todo buena suerte,
liberación
de su estupidez.
No existe
ningún límite visible para la riqueza,
porque
los que tienen el mejor modo de vida, buscan aún más.
¿Quién
podría saciar a todos?
Ganancias
dan los dioses a los mortales,
y de
ellas nace la ruina, que Zeus manda como castigo.
***
Feliz
quien tiene hijos queridos y caballos,
perros de caza y un huésped extranjero.
***
Igual de rico es quien tiene mucha plata, oro,
campos con trigo, caballos y mulas,
y aquél que sólo disfruta del estómago lleno
y de la juventud de un chico o una chica.
Éstas son las riquezas de los mortales,
porque nadie llega al Hades con todas sus posesiones
ni podría escapar a la muerte pagando un rescate, ni a las enfermedades,
ni a la horrible vejez que se aproxima.