La pucha, Robert Browning,
sólo puede haber
un “Sordello”.
Pero Sordello, ¿y mi Sordello?
Lo Sordels si fo di Mantovana.
So-shu batido en el mar.
Una foca juega en los círculos de espuma blanca del
rompiente,
cabeza brillosa, hija de Lir,
ojos de
Picasso
bajo la capucha de pelaje negro, ágil hija de Océano;
y la ola corre por el surco de la playa:
“¡Eleanor, ἑλέναυς and ἑλέπτολις!”
Y el pobre
viejo Homero ciego, ciego, como un murciélago,
oído, oído para el oleaje, murmullo de voces de viejos:
“Déjenla regresar a los barcos,
de regreso entre caras griegas, no sea que el mal caiga a
los nuestros,
mal y más mal, y una maldición maldita a nuestros hijos,
se mueve, sí se mueve como una diosa
y tiene la cara de un dios
y la voz de
las hijas de Esqueneo,
y la perdición va con ella al caminar,
déjenla regresar a los barcos,
de regreso
entre caras griegas.”
Ésa junto a la línea de la playa, Tiro,
brazos
enroscados de dios marino,
ágiles tendones de agua, sujetándola boca abajo,
y el cristal azul grisáceo de la ola los acobija,
resplandece el azur del agua, quilombo frío, sábana íntima.
Suave desperezo de arena sol ocre,
las gaviotas despliegan sus alas,
mordisqueando
entre las plumas abiertas;
un cisne viene de su baño,
dobla las
articulaciones de sus alas,
despliega alas húmedas al sol,
y cerca de Quíos,
a la
izquierda del pasaje de Naxos,
una roca enorme con forma de barco,
algas
aferradas a su borde,
hay un brillo bordó en los bajos,
un flash de
aluminio en el resplandor solar.
El barco arribó en Quíos,
hombres
deseando agua de pozo,
y junto a la fuente de la roca un chico tirado con mosto de
uva,
“¿A Naxos?
Sí, te vamos a llevar a Naxos,
vení pibe.” “¡Por ahí no!”
“Seh, por ahí es Naxos.”
Y yo dije:
“Es un buen barco.”
Y un ex-convicto de Italia
me tiró
contra el mástil menor,
(era buscado por masacre en Toscana)
y los
veinte contra mí,
enloquecidos por un poco de dinero esclavo.
Y sacaron
el barco de Quíos
fuera de su curso...
Y el chico
volvió en sí, de nuevo, con el quilombo,
y miró por sobre la proa,
y hacia el
este, y al pasaje de Naxos.
Luego artificio divino, artificio divino:
el barco se
detiene en un remolino,
enredadera sobre los remos, rey Penteo,
uvas sin
más semilla que la espuma marina,
enredadera en el desagüe.
Seh, yo, Acetes, estuve ahí,
y el dios a
mi lado,
el agua dividiéndose bajo la quilla,
rompiente desde popa,
estela
deslizándose desde la proa,
y donde estaba el mástil, ahora había una parra,
y zarcillos donde había cuerdas,
hojas de
vid en los escálamos,
sarmientos en los palos de los remos,
y, de la nada, una respiración,
aliento
cálido en mis tobillos,
bestias como sombreas en un cristal,
una cola
peluda de la nada.
Ronroneo de linces, olor brezo de bestias,
donde había olor a brea,
olfateo y patas suaves de bestias,
destello de
ojos en el aire negro.
El cielo bajo, seco, sin tempestad,
olfateo y patas suaves de bestias,
pelaje
rozando la piel de mi rodilla,
crujido de vainas aireadas,
formas
secas en el eter.
Y el barco como una quilla en el astillero,
colgado
como un buey en una herrería,
costillas atascadas en las corrientes,
racimo de
uvas sobre el timón,
aire vacío
afelpándose.
El aire inerte se hace vigoroso,
ocio felino
de panteras,
leopardos olfateando los racimos junto al desaguadero,
panteras agazapadas junto a la escotilla,
y el mar azul profundo a nuestro alrededor,
verde
rojizo en sombras,
y Lyaeus: “Desde ahora, Acetes, mis altares,
no temiendo ninguna esclavitud,
no temiendo
a ningún gato del bosque,
a salvo con mis linces,
alimentando
con uvas a mis leopardos,
olibanum es mi incienso,
las vides
crecen en mi homenaje.”
El oleaje ahora suave en las cadenas del timón,
hocico negro de una marsopa
donde
Lycabes había estado,
escamas de pescados en los remeros.
Y yo adoro.
Yo vi lo que vi.
Cuando
ellos trajeron al chico yo dije:
“Tiene un dios en él,
aunque no sé
qué dios.”
Y ellos me tiraron contra el mástil inferior.
Yo vi lo que vi:
la cara de
Medón como la cara de un delfín,
brazos encogidos en aletas. Y vos, Penteo,
deberías también escuchar a Tiresias, y a Cadmo,
o tu suerte
se va a acabar.
Escamas sobre músculos de la ingle,
ronroneo de
lince en el mar...
Y un año después,
palidez en
las algas bordó,
si vos te vas a inclinar sobre la roca,
el rostro
coral bajo el tinte ola,
palidez rosa bajo la marea,
Eleutería,
pálida Dafne de bordes marinos,
los brazos del nadador vueltos ramas,
quién dirá en qué año,
huyendo qué
banda de tritones,
las cejas suaves, vistas, medio vistas,
ahora
fijeza de marfil.
So-shu batido en el mar, So-shu también,
usando la
larga luna como palo de batir...
Ágil giro de agua,
tendones de
Poseidón,
negro azur y hialino,
ola
cristalina sobre Tiro,
sábana íntima, inquietud,
tempestad
brillante de cuerdas de olas,
luego agua calma,
calma en
las arenas beige,
aves marinas desplegando las articulaciones de las alas,
chapoteando
en los huecos de la roca y la arena
por los caminos de las olas junto al médano;
destello cristalino de ola en los desgarros de la marea contra
el sol,
palidez de
Héspero,
cresta gris de la ola,
ola, color
de pulpa de uva,
gris olivo en las cercanías,
lejos, humo
gris de desprendimiento de roca,
alas rosa salmón del halcón
proyectan
sombras grises en el agua,
la torre como un gran ganso de un ojo
asoma sobre
el olivar,
y hemos oído a los faunos retando a Proteo
en el olor
de heno bajo los olivos,
y a las ranas cantando contra los faunos
en la media
luz.
Y...
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