viernes, 30 de diciembre de 2016

Solón de Atenas



***

Yo mismo vine ante la asamblea como heraldo desde Salamina
recitando un poema en lugar de un discurso.
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¡Ojalá yo fuese de Folégandros o de Síkinos y no de Atenas!
Porque este rumor se correría entre los hombres:
“Este es un ateniense que abandonó Salamina”.
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¡Vayamos a luchar por la isla
y librémonos de esta vergüenza!  


***


Yo reuní al pueblo para muchas obras. ¿Cuál dejé sin terminar?
Podría testimoniar en el tribunal del Tiempo
la gran madre de los dioses olímpicos, la excelente Tierra,
de la que yo un día arranqué los mojones clavados en muchas partes.
Y traje de regreso a muchos trabajadores
que emigraron a causa de su pobreza,
y que ya no hablan nuestro idioma
por haber deambulado en tantos países.
Hice libres a quienes soportaban aquí la esclavitud
temblando ante los rostros de los dictadores.
Estas son mis conquistas, e hice cuanto prometí,
habiendo uniendo a la fuerza y a la justicia.
También escribí leyes justas para los ricos y los pobres.
Y si otro hubiese tomado el bastón, 
algún hombre corrupto y codicioso,
no hubiera contenido al pueblo.
Y si yo hubiese deseado 
lo que entonces deseaban los opositores
o lo que reclamaban los partidarios,
esta ciudad estaría vacía de hombres.

Buscando ayuda por todas partes
me revolví como un perro entre lobos.


***

Nuestro Estado nunca será destruido por un decreto de Zeus, 
ni por voluntad de los dioses inmortales,
porque tal es el corazón de nuestra guardiana, Palas Atenea,
que tiene las manos sobre nosotros.
Son los mismos ciudadanos quienes desean destruir
este gran Estado arrastrados por las riquezas,
y también el deseo corrupto de los líderes del pueblo, 
quienes sufrirán muchos dolores por su gran desmesura,
porque no saben controlar su hartazgo ni ordenar 
los placeres presentes en las fiestas.
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Y se enriquecen arrastrados por acciones ilegales
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No perdonan las riquezas sagradas ni las públicas,
robando cada uno a su modo,
ni se preocupan por el cimiento de la Ley,
que callada se entera de lo que ha sido y es,
y con el tiempo viene como vengadora.
Entonces esta herida alcanza a todo el Estado
y lo arroja a la esclavitud, despierta la discordia civil y la guerra dormida.
A causa de los enemigos el Estado
rápidamente se consume en reuniones que aman los corruptos.
Estos males se incuban en el pueblo. Y muchos trabajadores
emigran a una tierra extranjera,
vendidos y atados con cadenas.
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Esto me ordena el corazón que enseñe a los atenienses:
cómo un mal gobierno causa muchísimos males al Estado,
mientras que un buen gobierno hace todo justa y ordenadamente,
coloca grilletes a los corruptos,
alisa las desigualdades, calma el hartazgo, debilita la desmesura
y seca las flores nacidas de la ruina,
endereza las leyes torcidas, apacigua las extravagancias,
calma los enfrentamientos, calma el odio de la dolorosa pelea, 
y bajo él todo es justo y razonable entre los hombres.


***

Lo sé, y dentro de mí yace el dolor
de ver a la antigua tierra de Jonia
declinar.
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El amor a la plata y la extravagancia
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.           .           .           .           .           .           .
Tranquilícense, ustedes que se hartaron,
y pongan en orden su deseo.
Porque nosotros no seremos convencidos, 
ni toda nuestra justicia será...
.           .           .           .           .           .           .
.           .           .           .           .           .           .
Porque muchos pobres se enriquecen, y muchos ricos trabajan,
pero nosotros no les cambiaremos
la excelencia por la riqueza, porque ésta es siempre firme,
y a las riquezas las tiene hoy uno y mañana otro.


***

Porque dí al pueblo tantos regalos como era necesario,
ni quitando del honor ni añadiendo, 
y también a los que tenían el poder, y eran envidiados por sus posesiones,
y consideré que no tuviesen ninguna vergüenza.
Me paré en ambos lados, abrazando mi escudo,
y no permití que venciese injustamente ninguno de los dos.
.           .           .           .           .           .           .
.           .           .           .           .           .           .
.           .           .           .           .           .           .
Y así acompañaría mejor el pueblo a sus líderes:
ni demasiado suelto ni a la fuerza;
del hartazgo nace la desmesura, cuando mucha prosperidad 
acompaña a los hombres que no tienen una intención justa.
.           .           .           .           .           .           .
En asuntos importantes es difícil agradar a todos.


***

De la nube nace la ira de la nieve y el granizo,
del brillante relámpago el trueno
y de los grandes hombres la corrupción del Estado. Por ignorancia
el pueblo cae en la esclavitud de un monarca,
y luego no es fácil contener al que ha sido elevado demasiado.
Es necesario que sepan esto.


***

Y si han padecido muchas miserias, no culpen a los dioses,
porque ustedes le han dado el poder,
y por esto acarrean una miserable esclavitud.
Cada uno de ustedes camina con los pasos de un zorro,
y tienen la cabeza hueca:
escuchan las palabras pero no contemplan los hechos sucedidos. 


***

No nació Solón siendo inteligente ni decidido:
no aceptó los bienes ofrecidos por un dios,
y habiendo atrapado la presa con su red
le falló la inteligencia y la decisión.
Desearía ser desollado y mi linaje arrasado antes que
gobernar, apropiarme de las riquezas y tiranizar a los atenienses por un día. 
.           .           .           .           .           .           .
Y si respeté a mi tierra paterna
y no me entregué a la dictadura y a la fuerza,
manchando y deshonrando mi nombre, no me avergüenzo.
Creo que así supero a todos los hombres.
 .          .           .           .           .           .           .
.           .           .           .           .           .           .
.           .           .           .           .           .           .
.           .           .           .           .           .           .
Los que vinieron a rapiñar 
tenían la esperanza de encontrar muchas riquezas,
y que yo sólo parloteaba sobre la igualdad. 
¡Qué estupideces pensaron! 
Y ahora me odian, y todos me miran de reojo como a un enemigo.
Pero yo cumplí todas mis promesas, con ayuda de los dioses,
ni cometí locuras, tampoco me agrada obrar por la fuerza de la dictadura,
ni que los ricos tengan la misma cantidad de tierra fértil que los pobres.


***

Espléndidas hijas de Zeus Olímpico y Mnemosine,
Musas de Pieria, escuchen mi plegaria.
Dénme prosperidad de parte de los dioses benditos, 
buena fama de parte de todos los hombres,
ser dulce para mis amigos, amargo para mis enemigos,
para unos respetable, para otros temible.     

Yo deseo tener posesiones, pero no injustamente adquiridas:
siempre viene luego la justicia. 
La riqueza que dan los dioses al hombre
es firme desde el fondo hasta la cima,
pero la que adoran los hombres obtenida por la desmesura
no viene siguiendo un orden, sino convencida por acciones injustas,
y en seguida se mezcla con la ruina.
Nace de un pequeño origen, como el fuego.
Al principio es simple, pero se vuelve doloroso,
porque no duran largo tiempo las obras de la desmesura:
Zeus vigila el cumplimiento de todo, y súbitamente
como el viento de primavera que dispersa las nubes,
el cual remueve el fondo y llena de olas al mar estéril, 
y arrasando los campos con trigo 
llega a la alta mansión de los dioses, 
y hace visible de nuevo al éter,
y brilla la fuerza del sol sobre los ricos cultivos de la tierra,
porque ya no hay ninguna nube.
Así es el castigo de Zeus, y ni con cada uno,
como los hombres mortales que se enojan fácilmente,
y éste no le pasa inadvertido a quien tiene un corazón transgresor:
siempre llega el cumplimiento.
Unos pagan al instante. Otros después. Pero
a los que escapan del castigo de los dioses, eventualmente les llega.
Pagan los inocentes, sus hijos, o su descendencia más lejana.

Y así pensamos los mortales, tanto los ricos como los pobres.
Cada uno retiene por largo tiempo una creencia vacía
hasta sufrir algo, y luego se lamenta, y mientras tanto
nos regocijamos boquiabiertos con esperanzas vanas.
El que es presionado bajo dolorosas enfermedades:
“Estaré sano”. Esto se dice a sí mismo.
Otro, siendo miedoso, cree que es un hombre bueno
y bello, no teniendo un semblante agraciado.
Y si algún inútil, presionado por las obras de la pobreza,
cree que conseguirá muchas posesiones.
Cada uno se esfuerza a su modo:
uno deambula a lo largo del mar repleto de peces,
necesitando traer a casa una ganancia,
llevado en barcos por vientos inclementes,
sin preocuparse por su propia vida;
otro trabaja arando la tierra arbolada por un año;
otro, conociendo las obras de Atenea y todas las artes de Hefesto,
se gana la vida con las manos;
otro fue instruido con los dones de las Musas Olímpicas,
y conoce la  métrica del arte encantador;
a otro hizo Apolo, que obra desde lejos, profeta,
y percibe el mal que se avecina sobre el hombre;
otros ejercen el arte de Peón, abundante en remedios, los médicos,
A veces de una pequeña molestia nace un gran dolor,
que nadie podría quitar dando remedios calmantes.
Y al que se retuerce con horribles y dolorosas enfermedades
agarrándolo con las manos en seguida lo sana.
Moira trae a los mortales males y bienes,
y los dones de los dioses inmortales son inevitables.

Y en todas las acciones hay peligro,
y nadie sabe cuál será el resultado de la empresa iniciada.
Pero uno intenta obrar bien,
y cae desprevenido sobre una enorme y difícil ruina,
y al que obra mal,
un dios le da en todo buena suerte,
liberación de su estupidez.

No existe ningún límite visible para la riqueza,
porque los que tienen el mejor modo de vida, buscan aún más.
¿Quién podría saciar a todos? 
Ganancias dan los dioses a los mortales,
y de ellas nace la ruina, que Zeus manda como castigo.



***

Feliz quien tiene hijos queridos y caballos, 
perros de caza y un huésped extranjero.


***

Igual de rico es quien tiene mucha plata, oro, 
campos con trigo, caballos y mulas, 
y aquél que sólo disfruta del estómago lleno
y de la juventud de un chico o una chica.
Éstas son las riquezas de los mortales, 
porque nadie llega al Hades con todas sus posesiones
ni podría escapar a la muerte pagando un rescate, ni a las enfermedades,
ni a la horrible vejez que se aproxima.



sábado, 17 de diciembre de 2016

Canto II - Ezra Pound



La pucha, Robert Browning,
            sólo puede haber un “Sordello”.
Pero Sordello, ¿y mi Sordello?
Lo Sordels si fo di Mantovana.
So-shu batido en el mar.
Una foca juega en los círculos de espuma blanca del rompiente,
cabeza brillosa, hija de Lir,
            ojos de Picasso
bajo la capucha de pelaje negro, ágil hija de Océano;
y la ola corre por el surco de la playa:
“¡Eleanor, ἑλέναυς and ἑλέπτολις!”
            Y el pobre viejo Homero ciego, ciego, como un murciélago,
oído, oído para el oleaje, murmullo de voces de viejos:
“Déjenla regresar a los barcos,
de regreso entre caras griegas, no sea que el mal caiga a los nuestros,
mal y más mal, y una maldición maldita a nuestros hijos,
se mueve, sí se mueve como una diosa
y tiene la cara de un dios
            y la voz de las hijas de Esqueneo,
y la perdición va con ella al caminar,
déjenla regresar a los barcos,
            de regreso entre caras griegas.”
Ésa junto a la línea de la playa, Tiro,
            brazos enroscados de dios marino,
ágiles tendones de agua, sujetándola boca abajo,
y el cristal azul grisáceo de la ola los acobija,
resplandece el azur del agua, quilombo frío, sábana íntima.
Suave desperezo de arena sol ocre,
las gaviotas despliegan sus alas,
            mordisqueando entre las plumas abiertas;
un cisne viene de su baño,
            dobla las articulaciones de sus alas,
despliega alas húmedas al sol,
y cerca de Quíos,
            a la izquierda del pasaje de Naxos,
una roca enorme con forma de barco,
            algas aferradas a su borde,
hay un brillo bordó en los bajos,
            un flash de aluminio en el resplandor solar.

El barco arribó en Quíos,
            hombres deseando agua de pozo,
y junto a la fuente de la roca un chico tirado con mosto de uva,
            “¿A Naxos? Sí, te vamos a llevar a Naxos,
vení pibe.” “¡Por ahí no!”
“Seh, por ahí es Naxos.”
            Y yo dije: “Es un buen barco.”
Y un ex-convicto de Italia
            me tiró contra el mástil menor,
(era buscado por masacre en Toscana)
            y los veinte contra mí,
enloquecidos por un poco de dinero esclavo.
            Y sacaron el barco de Quíos
fuera de su curso...
            Y el chico volvió en sí, de nuevo, con el quilombo,
y miró por sobre la proa,
            y hacia el este, y al pasaje de Naxos.
Luego artificio divino, artificio divino:
            el barco se detiene en un remolino,
enredadera sobre los remos, rey Penteo,
            uvas sin más semilla que la espuma marina,
enredadera en el desagüe.
Seh, yo, Acetes, estuve ahí,
            y el dios a mi lado,
el agua dividiéndose bajo la quilla,
rompiente desde popa,
            estela deslizándose desde la proa,
y donde estaba el mástil, ahora había una parra,
y zarcillos donde había cuerdas,
            hojas de vid en los escálamos,
sarmientos en los palos de los remos,
y, de la nada, una respiración,
            aliento cálido en mis tobillos,
bestias como sombreas en un cristal,
            una cola peluda de la nada.
Ronroneo de linces, olor brezo de bestias,
            donde había olor a brea,
olfateo y patas suaves de bestias,
            destello de ojos en el aire negro.
El cielo bajo, seco, sin tempestad,
olfateo y patas suaves de bestias,
            pelaje rozando la piel de mi rodilla,
crujido de vainas aireadas,
            formas secas en el eter.
Y el barco como una quilla en el astillero,
            colgado como un buey en una herrería,
costillas atascadas en las corrientes,
            racimo de uvas sobre el timón,
            aire vacío afelpándose.
El aire inerte se hace vigoroso,
            ocio felino de panteras,
leopardos olfateando los racimos junto al desaguadero,
panteras agazapadas junto a la escotilla,
y el mar azul profundo a nuestro alrededor,
            verde rojizo en sombras,
y Lyaeus: “Desde ahora, Acetes, mis altares,
no temiendo ninguna esclavitud,
            no temiendo a ningún gato del bosque,
a salvo con mis linces,
            alimentando con uvas a mis leopardos,
olibanum es mi incienso,
            las vides crecen en mi homenaje.”
El oleaje ahora suave en las cadenas del timón,
hocico negro de una marsopa
            donde Lycabes había estado,
escamas de pescados en los remeros.
            Y yo adoro.
Yo vi lo que vi.
            Cuando ellos trajeron al chico yo dije:
“Tiene un dios en él,
            aunque no sé qué dios.”
Y ellos me tiraron contra el mástil inferior.
Yo vi lo que vi:
            la cara de Medón como la cara de un delfín,
brazos encogidos en aletas. Y vos, Penteo,
deberías también escuchar a Tiresias, y a Cadmo,
            o tu suerte se va a acabar.
Escamas sobre músculos de la ingle,
            ronroneo de lince en el mar...
Y un año después,
            palidez en las algas bordó,
si vos te vas a inclinar sobre la roca,
            el rostro coral bajo el tinte ola,
palidez rosa bajo la marea,
            Eleutería, pálida Dafne de bordes marinos,
los brazos del nadador vueltos ramas,
quién dirá en qué año,
            huyendo qué banda de tritones,
las cejas suaves, vistas, medio vistas,
            ahora fijeza de marfil.
So-shu batido en el mar, So-shu también,
            usando la larga luna como palo de batir...
Ágil giro de agua,
            tendones de Poseidón,
negro azur y hialino,
            ola cristalina sobre Tiro,
sábana íntima, inquietud,
            tempestad brillante de cuerdas de olas,
luego agua calma,
            calma en las arenas beige,
aves marinas desplegando las articulaciones de las alas,
            chapoteando en los huecos de la roca y la arena
por los caminos de las olas junto al médano;
destello cristalino de ola en los desgarros de la marea contra el sol,
            palidez de Héspero,
cresta gris de la ola,
            ola, color de pulpa de uva,

gris olivo en las cercanías,
            lejos, humo gris de desprendimiento de roca,
alas rosa salmón del halcón
            proyectan sombras grises en el agua,
la torre como un gran ganso de un ojo
            asoma sobre el olivar,

y hemos oído a los faunos retando a Proteo
            en el olor de heno bajo los olivos,
y a las ranas cantando contra los faunos
            en la media luz.

Y...