viernes, 22 de abril de 2016

Olímpica XI




A veces los hombres necesitan de los vientos,
y a veces de las aguas de los cielos, 
lluviosas hijas de las nubes,
pero si alguien con esfuerzo sobresale, 
melodiosas odas se convierten
en origen de futuras alabanzas
y en confiables testimonios de excelentes hazañas.

Este elogio irreprochable 
a los vencedores olímpicos está consagrado. 
Nuestras lenguas quieren decirlo: 
sólo gracias a un dios florece un varón con una mente habilidosa.
Y ahora, Agesiadmo, hijo de Argestrato
por tu victoria en el boxeo,
voy a cantar una dulce canción,
adorno para tu corona de dorado olivo
y para la raza de los Locros Epicéfiros.

Únanse allí al canto triunfal:
les prometemos, Musas,
que ni a un pueblo inhospitalario
ni desconocedor de acciones nobles,
sino habilidoso y guerrero irán.
Al carácter innato
ni el fulgurante zorro

ni los rugientes leones alteran.

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