sábado, 23 de diciembre de 2023

¿Qué es la justicia social?

La victoria de Javier Milei en los comicios electorales supuso un cambio de época en la Argentina. Muchos señalaron acertadamente que es la primera vez que un candidato alcanza la presidencia prometiendo ajuste fiscal, liberalización de la economía y venta de las empresas estatales. Sin embargo, a menos gente le llamó la atención otro tipo de declaraciones todavía más provocadora, a saber, que la justicia social es una aberración. Escuchemos este breve fragmento del discurso que pronunció luego de su victoria en las PASO:


Muchos economistas y políticos han hablado antes a favor del ajuste fiscal o en contra de la administración del comercio, pero jamás se había oído a ningún candidato criticar públicamente la justicia social. Pero aún más llamativa que estas declaraciones resulta la incapacidad de muchos dirigentes y militantes para responder a estas críticas que atacan el corazón de su doctrina. Este silencio es consecuencia de haberse leído muy poco a Perón y demasiado a Laclau, por lo que la militancia olvidó progresivamente las banderas de su lucha, y las consignas que antes despertaban pasiones, hoy son consignas vacías.

Evidentemente, el presidente Milei maneja una concepción equivocada de la justicia social como consecuencia de la corrupción del término a manos de la socialdemocracia argentina, que asimila la justicia social a la asistencia estatal a los excluidos del sistema capitalista: indigentes, desempleados y minorías de alguna clase. Por lo general, esta ayuda del Estado se presenta bajo la forma de bolsas de comida o planes sociales, aunque también puede presentarse de modos más simbólicos como documentos de identidad sin género o decoraciones de instalaciones gubernamentales. Esta imagen distorsionada de la justicia social se resume en la tan absurda y repetida frase de "Donde nace una necesidad, nace un derecho". 

Las declaraciones de Milei se originan de esta concepción socialdemócrata, y cuando sostiene que la justicia social es una aberración, lo hace por tres motivos interconectados. En primer lugar, "porque está precedida de un robo", esto es, de la recaudación de impuestos por el Estado. Desde la perspectiva anarcocapitalista del presidente, los impuestos son un crimen porque su recaudación no proviene del acto voluntario de los individuos, sino que se realiza por la fuerza como bien lo dice su nombre. En segundo lugar, "porque implica un trato desigual ante la ley", es decir que, al quitarles a unos para darles a otros, el Estado tiene mayores consideraciones hacia un sector de la población que hacia otro, cuando el trato debería ser igual para todos. En tercer lugar, "porque deteriora los valores morales", pues fomenta la improductividad de los sectores que reciben ayudas estatales y desincentiva el esfuerzo de los que sí trabajan. Por último, como expresó en otras ocasiones, el problema de la justicia social es su financiación, puesto que "las necesidades son infinitas; y los recursos, finitos".

Su argumentación es coherente. Sin embargo, ni la socialdemocracia ni el liberalismo entendieron jamás el significado de ese concepto tan caro al peronismo, y parece que tampoco lo comprenden gran parte de la dirigencia y la militancia. En esta entrada, me propongo esclarecer el verdadero significado para que podamos recuperar esta bandera histórica del movimiento peronista.

Para ello, debemos remontarnos brevemente a los orígenes. Cuando se produjo el golpe de Estado en 1943, el país se encontraba en una situación que recuerda a la actual en algunos puntos. Por el lado político, el país estaba gobernado desde hacía más de una década por una coalición de partidos antidemocráticos. Por el lado económico, había una industria local pujante nacida al calor de la II Guerra Mundial, pero con bajos salarios, malas condiciones laborales, abuso patronal y represión estatal. Por el lado sindical, dominaban las agrupaciones anarquista y comunista que agitaba a las masas trabajadores y fomentaba los enfrentamientos encarnizados con el Estado y la patronal.

En este contexto, un grupo de jóvenes coroneles, entre los que se encontraba Perón, vio que podría producirse en la Argentina una revolución similar a la rusa de continuar esta lucha de clases. En un discurso ante la Bolsa de Comercio de Buenos Aires pronunciado el 25 de agosto de 1944, Perón resumió así su visión justicialista:

"Hay una sola forma de resolver el problema de la agitación de las masas, y ella es la verdadera justicia social en la medida de todo aquello que sea posible a la riqueza de su país y a su propia economía, ya que el bienestar de las clases dirigentes y de las clases obreras está siempre en razón directa de la economía nacional. Ir más allá, es marchar hacia un cataclismo económico; quedarse muy acá, es marchar hacia un cataclismo social [...]". 

Perón observó una verdad evidente: el malestar en la clase obrera era el producto de la injusticia, de modo que el conflicto social llegaría a su fin cuando se alcanzase la justicia social. El pensamiento peronista, entonces, nace de la observación de que la sociedad está organizada de tal manera que fomenta la injusticia. Existen muchas clases de injusticias, y el peronismo se propone acaban con todas ellas para alcanzar la armonía social. Sin embargo, la revolución justicialista nació en respuesta a la que se produce en el ámbito laboral y se propuso como metas dignificar el trabajo y humanizar el capital, aunque en realidad son las dos caras de una misma moneda.

El justicialismo toma como punto de partida la sentencia bíblica de "Te ganarás el pan con el sudor de tu frente". En consecuencia, el trabajo no es una acción mecánica destinada a satisfacer una necesidad, sino que está investido de una dimensión moral. El hombre debe trabajar, y la existencia de los desempleados es la máxima injusticia. Este es el origen de aquella famosa máxima peronista que dice: "Gobernar es crear trabajo", cuya realización política es el pleno empleo. 

A través del trabajo, el hombre se realiza a sí mismo y también construye una comunidad, porque aporta un bien o un servicio útil para los demás y genera vínculos con los otros trabajadores. Por otro lado, quien no trabaja se degrada moralmente. Si no, basta con pensar en el obsceno despilfarro de los más ricos o en la criminalidad abyecta de los marginados. A lo cual se debe añadir la siguiente observación: quienes no trabajan viven necesariamente del trabajo ajeno, lo cual es absolutamente inmoral. Por este motivo, el enemigo histórico del peronismo ha sido la oligarquía terrateniente que vive de las rentas obtenidas por el arrendamiento de los campos, quedándose así con una parte significativa del trabajo del la población en su totalidad —porque el elevado precio de los alquileres se traslada al precio final de la góndola del supermercado que pagan los consumidores finales.

Pero no alcanza con que haya empleo para todos. Es necesario también que ese trabajo sea digno, lo cual implica un salario acorde con el esfuerzo realizado y al tiempo invertido —el peronismo no reniega del mérito como creen los liberales—, y bajo ningún concepto debe ser tan bajo que impida la subsistencia. Para garantizarlo, el peronismo creó el instrumento conocido como Salario Mínimo, Vital y Móvil, que estipula la remuneración mínima que cubre las necesidades básicas. Desde el Estado, se buscó garantizar la distribución de la riqueza, que no significó el aumento de la carga tributaria, sino la mayor participación de los trabajadores en los ingresos de las empresas. 

Este programa político siempre generó rechazo en las cámaras patronales, que ven al trabajador como una especie de intruso en los emprendimientos y como un costo más que debe reducirse al mínimo. Esta es una posición injusta que se origina de una concepción equivocada. El trabajador tiene derecho a participar de las ganancias porque nada se produce ni distribuye ni se comercializa sin su trabajo, ¿y cómo obtendría la patronal sus ganancias sin la colaboración de los trabajadores en el emprendimiento? Esta verdad se visibiliza cuando se produce un paro y las noticias remarcan las pérdidas millonarias que provoca en el sector. Para el peronismo, el capitalista y el trabajador son colaboradores, y entiende que ambos merecen su justa recompensa por el capital invertido y por el esfuerzo aplicado. 

Naturalmente, el justicialismo no se contentó con mejorar los salarios, sino que comprendió que el hombre debe trabajar en en ambiente  seguro y saludable. La jornada laboral, además, debe tener una duración aceptable y el trabajador debe disponer de un descanso apropiado que no solo le permita recuperar sus energías gastadas en el trabajo, sino también disponer de momentos de ocio para la realización personal. También comprendió que los trabajadores necesitaban de una cobertura de salud y de un sistema previsional que les permitiese disfrutar de su retiro del mundo laboral. 

Durante su gestión como Secretario de Trabajo, Perón se encargó de organizar racional y humanitariamente el trabajo a través de numerosos decretos y disposiciones, pues comprendió algo que no logran entender los liberales: que un trabajador sano y feliz es más productivo que un trabajador explotado y enojado. En última instancia, esta nueva organización laboral también beneficiaría al capital nacional, porque promovería un aumento generalizado de la producción. Oigamos hablar a Perón ante una concentración obrera realizada en Córdoba el 30 de mayo de 1944:

"Nuestra producción es totalmente desorganizada. Lo prueba el hecho de que hace 20 años éramos un país enormemente más potente económicamente que el Canadá y Australia y, en estos 20 años, esos dos países nos han aventajado en forma extraordinaria, debido solamente a que ellos han organizado su producción mientras nosotros seguimos en la absoluta anarquía."

La búsqueda de la justicia social también incluyó el acceso a la educación y a la vivienda, y a la protección de la familia. El pueblo trabajador necesitaba acceder a una educación superior que le permitiese aspirar a oficios y profesiones que estaban reservadas para las clases pudientes, así como también disponer de viviendas dignas que habitar con su familia.

La otra pata de este proceso revolucionario fue "la humanización" del capital, que consistió en poner la economía al servicio de los hombres y no los hombres al servicio de la economía. En consecuencia, el Estado tendría la misión de planificar la economía nacional con objetivos que respondan al bien común, sin fomentar la explotación patronal y respetando la propiedad privada de los medios de producción. En La Doctrina Peronista está bien delineada la función del Estado:

"Se nos imputa también que estamos haciendo economía dirigida. Algunos pueden tener sus razones para querer que se les beneficie con otro tipo de economía, pero lo que podemos afirmar es que no existe en el mundo un sólo país donde la economía sea libre; cuando no la dirige el Estado en beneficio de todos, la dirige los grupos capitalistas en beneficio propio."

Vemos, entonces, que la doctrina justicialista es perfectamente humanista y cristiana, pues reconoce que el hombre tiene una dimensión espiritual y que debe reconocérsele dignidad humana. Aquí radica la diferencia más profunda entre el justicialismo y las demás ideologías políticas que ven al hombre solo en su dimensión material. Al hacerlo, le niegan cualquier viso de espiritualidad y humanidad, y lo colocan a la misma altura que una máquina o herramienta que puede ser usada y descartada. El justicialismo, en cambio, tiene al hombre como centro de su pensamiento y su objetivo es devolverle esa dignidad que le es escamoteada: 


Para el pensamiento peronista, entonces, la justicia social es la bandera más importante de todas, porque representa el punto de llegada de todos los esfuerzos políticos. Nuestro movimiento busca terminar con todas las injusticias, pero comienza por aquellas que afectan a las mayorías. De allí su énfasis en la justicia en el mundo del trabajo, porque impacta sobre el conjunto de la población. Por eso decimos que la justicia social nada tiene que ver con la imagen distorsionada que transmite la socialdemocracia. El peronismo busca erradicar la injusticia en el sistema capitalista, mientras que la socialdemocracia coloca parches para evitar la desesperación en las minorías que son víctimas de la injusticia social. Nada tiene que ver con la recaudación de impuestos y la asistencia estatal, sino con la dignificación del hombre. Tampoco tiene que ver con la proclamación atolondrada de derechos. Es cierto que el peronismo los otorgó, pero no para satisfacer necesidades, sino para garantizar dignidades. Los únicos derechos que promulgó fueron los del trabajador, de la ancianidad, de la niñez, de la familia y de la cultura, que apuntan a legitimar la dignidad del hombre.

Para terminar de recuperar las banderas del peronismo, debemos comprender que sin soberanía política, no hay independencia económica, y sin independencia económica, no se puede alcanzar la justicia social. Esta última es la meta que se quiere alcanzar, y las otras dos son las condiciones previas que se necesitan para lograr el objetivo final. Pongamos de ejemplo la situación actual de nuestro país: rige la injusticia social porque no hay independencia económica. Las deudas contraídas por los gobiernos de Mauricio Macri y Alberto Fernández hace que el Estado no pueda poner la economía nacional al servicio del pueblo argentino, sino en beneficio de intereses foráneos.

En definitiva, la justicia social no supone un trato desigual ni una degradación de los valores morales. Por el contrario, significa darle a cada uno lo que merece, y fomenta los valores del esfuerzo y la disciplina. Incluso los detractores de Perón llegaron a reconocer la importancia de esta bandera, como Félix Luna en su Perón y su tiempo:

"Pero aunque el globo bajó, hubo un gran adelanto, una gran innovación debida al genio político de Perón. Fue la concepción de la justicia social como un valor integrado desde entonces y para siempre en la nómina de las creencias comunes del cuerpo social de los argentinos: la idea de que la comunidad nacional no puede funcionar sin una especial preocupación por el bienestar y la dignidad de los humildes. Era una importantísima incorporación conceptual."

No hay comentarios.:

Publicar un comentario